…Y me refiero a todo aquello que nos forma, nos transforma y nos hace vitales en todo sentido, no solo en su concepción como dirección, que la tiene, sino en el de nuestros sentidos como acepción de lo sensible. Y allí entran las formas, los colores, las variables compositivas, los quebrantos y los espacios.
Ese lenguaje es inevitable que pretenda adentrarnos a lo más profundo de nuestro ser, que en nuestra “aldea” no puede ser otra cosa que observar la universalidad desde nuestro rico, inconmensurable y doloroso SUR.