Inaugura martes 9 a las 19 hs.
Texto de Laura Feinsilber / Las cajas que Marta Perez Temperley presenta son una maravilla. Y apelamos a este adjetivo infrecuente porque en primer lugar, sorprenden por su ejecución. Talladas, en algunos casos como matriz de xilografía –debe recordarse que Pérez Temperley es una destacada grabadora de nuestro medio- en un alarde artesanal digno de aquellos maestros anónimos de salas capitulares, bóvedas de coros de catedrales, de arcanos del tarot del siglo XV o los dibujos cabalísticos de Nosenrot (siglos XVII y XVIII).
Puertas que fluyen entre el cielo y la tierra, son efectivamente puertas que, al abrirlas, nos llevarán por un camino iniciático vinculado a lo esotérico y a la alquimia. Entre los elementos están las representaciones de animales relacionados a los procesos alquímicos, por ejemplo, el pez: creación primordial que se mueve en el elemento líquido, mediador entre lo sólido y lo etéreo. Otros ejemplos, el pelícano: proveedor de alimento a lo naciente o la tortuga como sostén del cosmos. El título es heredero de la tradición rosacruciana que procedía de la alquimia, del mundo musulmán y de China, de allí que varias de las cajas estén coronadas por imágenes de rostros de carácter oriental.
Por supuesto esta simbología nos excede ya que carecemos de los elementos para su correcta interpretación teniendo en cuenta que los libros de alquimia en su mayoría muestran láminas que deben ser interpretadas visualmente. Pérez Temperley no intenta darnos una visión exacta de estos procedimientos que se desarrollaron a lo largo de 500 años, desde Alejandría; sólo una aproximación abarcativa e intuitiva a través de su aquilatado quehacer artístico.