Si yo pudiese tener mi propio mundo, los animales y las flores hablarían, y nada sería absurdo”
dijo Alicia.
Tejer un cuento, una historia. Adjudicar colores a los sentimientos, a lo que supo ser.
Teñir de pastel a la melancolía y, así, volverla ingenua.
Buscar las tintas que le dan su forma a un recuerdo.
Los tonos que hacen que las flores tengan olor.
Entrar en la ensoñación que hace que los rincones floten. Y que, flotando, se pierda el tiempo. Que los objetos se choquen, o se acerquen en un abrazo. Que sin querer aparezca el abrazo de la abuela. Que todo eso pase en la pintura, como el agujero de una madriguera.
Nos vemos en el rincón, “antes de que se haga tarde", aclaró el conejo.
M. Sarah Del Piano /curadora