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Lunes a Viernes de 11.30 a 19 hs.

El universo en un trazo

El universo en un trazo

Jorge Ludueña

Del 18 de Mayo al 14 de Junio de 2023 - Inaugura: 18.30hs  - Entrada: libre y gratuita

 
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La muestra consta de 19 obras, 18 de las cuales están realizadas en óleo y acrílico sobre tela, tabla o corpóreo de madera; habiendo también algunas piezas en técnica mixta y algunas serigrafías. Todas ellas corresponden a la última etapa de su vida y –en su gran mayoría-  constituyen un conjunto de obras en las que venía trabajando al momento de su muerte, cuando volvía a radicarse en Argentina.
 

A través de la muestra se busca, de acuerdo a su esposa y compañera durante los últimos 30 años, Onés Ludueña, “resguardar y preservar el legado del artista”, así como también mantener viva la presencia de su obra en nuestro país, que se había visto, por última vez, en 2013, cuando se realizó una muestra antológica en el Museo Sívori. 
 

Los borrachos, La pipa de Adán, Tanguería, las diferentes naturalezas muertas (El almuerzo, bodegones) y las diferentes Meninas, son solo algunas de las obras que se pueden apreciar en Roldán José María durante parte de mayo y junio.
 

“Sus meninas e infantas, retratos ecuestres, bodegones y guapos toreros dan ganas de tocarlos. La expresión está intacta: la mirada –la emoción– es vívida. Sus flores tienen aromas, las manzanas son jugosas. Ese mundo es dulce y carnoso. Tiene picardía. Como se dice en teatro, tiene duende”, señala la periodista y crítica de arte María Paula Zacharías en el texto curatorial.  
 

Gran parte de los cuadros están pintados en acrílico y óleo, sobre tela y corpóreo de madera, técnica que Ludueña incorporó a través de cursos en la Universidad de Pasadena, Estados Unidos. Allí aprendió cómo se maneja el acrílico en profundidad y la preservación de la obra, lo que permite que la misma pueda mantenerse intacta por 400 años.
 

En los últimos trabajos, que pueden apreciarse en esta muestra, utiliza corpóreos de madera en sus obras, saliéndose de lo bidimensional, e invitando al espectador a introducirse en la propia imagen.
 

TEXTO DEL ARTISTA

 

“Nunca pinto un objeto característico. Mis flores son propias. Una jarra es todas las jarras que he visto en mi vida. Pinto con el modelo de la memoria que se nutre de lo cultural, lo social y lo personal. Todo pasa por mi memoria”, señalaba el propio Ludueña en una entrevista con el crítico Fermín Fèvre.

 

NOTAS RELACIONADAS

 
 
Ludueña en Roldán
 
Jorge Ludueña se definía como un pintor estructuralista. Un equilibrista del plano. Además del color, lo suyo era la suma de elementos. En la muestra de la galería Roldán José María, que vuelve a traer su trabajo a la mirada del público porteño, el tema es ese placer en la orquestación de las figuras, el regodeo en la línea fuerte que marca el contorno y destaca volúmenes, la riqueza del detalle, el misterio del claroscuro y la contundencia de la materia en dos planos. En sus grandes lienzos se permite ese juego que tanto lo deleitaba: el de la composición equilibrada.
 
Sus cuadernos de bocetos revelan la mente de un científico. Pasó por las universidades de Medicina y Arquitectura, y se nota. Gran lector y estudioso (por eso también buen orador y afable tertuliano), cada una de sus grandes pinturas tiene su correlato de dibujos con estudio de formas y medidas.
 
No era un pintor veloz. Ludueña meditaba cuidadosamente su plan. Prendía la luz en la mitad de la noche si una idea lo asaltaba en sueños, porque su cuaderno siempre estaba al lado de la almohada. A las seis, ya estaba en pie y no salía del taller hasta más allá de las diez de la noche. Tenía un sillón donde se permitía un descanso de una hora.
 
No tenía tiempo que perder. Adoraba pintar: era su vida. "Se acostaba y se levantaba siempre de la misma manera: con un lápiz en la mano", lo recuerda Onés, su compañera de los últimos 30 años de su vida.
 
Sus meninas e infantas, retratos ecuestres, bodegones y guapos toreros dan ganas de tocarlos. La expresión está intacta: la mirada –la emoción– es vívida. Sus flores tienen aromas, las manzanas son jugosas. Ese mundo es dulce y carnoso. Tiene picardía. Como se dice en teatro, tiene duende. "Ludueña es un pintor independiente, riguroso, dolorido y sarcástico, capaz de la crueldad y la ternura. Un pintor comprometido con su tiempo y con la vida a la que ama con la misma fuerza con que la fustiga, en un difícil equilibrio entre la violencia y el amor", escribió el periodista español Mario Antolín Paz.
 
A veces no le alcanza lo bidimensional y los cuadros se vuelven ensambles. Un mueble es un mueble, pero igual se cuelga de la pared, porque Ludueña lo volvió naturaleza muerta. Su taller en el barrio de Salamanca vivía en permanente remodelación. El ebanista trabajaba tanto para su casa como para su obra.
Ludueña entendía que había llegado al expresionismo por la exaltación conceptual de las formas. También se reconocía barroco: la cantidad exagerada de elementos era una respuesta a su horror al vacío. "Cada vez que pinto un cuadro hago mi autorretrato", dijo en una entrevista con Fermín Fevre. Sentía que todo lo que lo rodeaba lo incluía y modificaba.
 
Para Jorge Taverna Yrigoyen, pintaba el tiempo: "Ese tiempo inasible y circunstancial que toca a las formas en su intimidad, que ahueca el silencio, que decolora y vuelve a recolorar las superficies, que da una extraña antigüedad a ciertos órdenes cotidianos". También escribió sobre su obra el ex director del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Carlos Areán: "Pintaba con los colores de la alta civilización, sin una sola estridencia y con armonización segura de todas las alturas tonales en sutileza personalísima. El drama interior perduraba en la obra, pero limado por la fluidez del color y el refinamiento de la factura".
 
Se había formado de manera autodidacta, y por cuatro años al lado de Demetrio Urruchúa. Cosechó premios como el Premio Adquisición de Monocopias en el Salón Nacional de Buenos Aires, el Gran Premio de Honor en el Salón San Fernando (1966), el Gran Premio de Honor en el Salón Municipal Manuel Belgrano (1967) y Gran Premio de Honor en la Bienal de Santa Fe (1968). Llevaba más de veinte muestras individuales en galerías de varios puntos del país cuando en 1974 comenzó su actividad internacional, con una exposición en la Rulof Lenten Galerij de Epse, Holanda, y la participación en la colectiva Pintura Latinoamericana en la Galería Stin de New York. A partir de entonces, nunca dejó de exponer anualmente en galerías de España, donde se radicó y tuvo una exitosa carrera de muestras, premios y distinciones. Era parte del staff de la galería Alfama, donde tenía una cofradía de artistas amigos con los que trajinaba las noches en los febriles '80.
 
Hace bien volver a ver su obra, la de un eximio dibujante y pintor con larga trayectoria en España (donde se radicó en 1974), Italia y, siempre, en la Argentina, donde no dejó de tener exposiciones en lugares como la Galería de la Recoleta y el Centro Cultural Borges.  Su obra se conserva colecciones de las dos orillas. En 1998 tuvo su última gran antológica en el país, en la Biblioteca Nacional. Cuando volvió a radicarse un año después, murió en el aeropuerto. Esta exposición es un demorado reencuentro con el público desde la última retrospectiva en el Museo Sívori, en 2014 (allí se guardan las tintas El Matadero y Palabra sostenida, tras haber sido premiadas en las ediciones de 1967 y 1968 del Salón Manuel Belgrano). Permite volver a ver el tiempo de Ludueña atrapado en el plano: sus horas pasadas ante la tela, amorosamente, componiendo plano a plano, línea por línea. El universo que lo habitaba se refleja en el gesto de su trazo. Todo su amor por la pintura.
 
María Paula Zacharías

 

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

  

Jorge Ludueña

Nació en Buenos Aires en  1927, fue inicialmente autodidacta y más tarde estudió pintura con el maestro Demetrio Urruchúa. También se recibió de médico físico (lo que hoy sería kinesiólogo) y estudió algunos años arquitectura, lo que le aportó una mirada estudiosa y precisa a su obra. Tras obtener importantes reconocimientos y haber realizado exposiciones en diferentes lugares del país, decidió radicarse en 1974 en Madrid. 
 

En el año 1999, después de muchos años de prolífica producción y reconocimientos en Europa, decidió volver a la Argentina, donde asentaría su taller principal, pero falleció de manera inesperada en el aeropuerto de Ezeiza. 
 

Su obra, expuesta en las principales galerías de todo el mundo, forma parte de las colecciones de los museos del Fondo Nacional de las Artes (Argentina), Municipal de Buenos Aires, Argentina; De Arte Moderno de Nueva York (EEUU); De la Asociación Vanviteli, Nápoles, Italia; De Arte Contemporáneo, Madrid, España; De Arte Moderno Ricci Oddi, Italia; Del Dibujo, Castillo de Larres, Sabinánigo; museos Rallye, Uruguay, Chile e Israel, y de las pinacotecas De la Obra Cultural de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, de Córdoba, de Guadalajara y de Extremadura, España.

 
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