Av. Poeta Lugones 411 - Córdoba
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Tel (351) 4333412 / 4333414
Mar a Dom y fer de 10 a 20 hs.
www.museocaraffa.org.ar [email protected]
Del 27 de Marzo al 16 de Mayo de 2013 - Inaugura: 20hs - Entrada: $ 10.- Mie gratis
Sala 2
Concepto Pentágono
A comienzos del año 2009 conocí a Miguel Angel Giovanetti y a partir de algunas coincidencias y mutua admiración comenzamos a trabajar en un proyecto que nos ha permitido intercambios y reflexiones pero sobre todo una profunda amistad.
Más allá de lo que cada uno fue realizando independientemente, el trabajo compartido por el Proyecto Dodecaedro mantuvo sus lineamientos permitiendo un diálogo y un fluir de ideas.
En resumen, a partir de la premisa Todo-Parte encontramos en el Timeo de Platón un desarrollo de la relación entre los cuatro elementos y los cuerpos geométricos regulares como descripción de lo que constituye lo más íntimo de la materia. Así, la estructura del fuego es el tetraedro; la del aire, el octaedro; la del agua, el icosaedro; la de la tierra, el cubo.
Pero en esa lógica queda afuera el quinto cuerpo geométrico regular posible: el dodecaedro.
Platón lo resuelve sin demasiadas explicaciones en una frase que nos pareció esquiva:
“Puesto que había una quinta composición, el dios la utilizó para el universo cuando lo pintó.”
Platón, Timeo 55 c
Esta fisura, imagen irresuelta, permitía jugar libremente a partir de una metáfora que remitía al universo, un todo del que nosotros y todo lo que nos rodea formamos parte.
La parte en el dodecaedro está representada por cada una de sus caras pentagonales.
El primer problema que se planteó es que el dodecaedro pertenece al espacio de tres dimensiones y aunque probamos hacer alguna maqueta para verlo en su corporeidad, siempre la solución plástica terminó siendo desarrollada en el plano, con lo que estaríamos frente a la figura del pentágono como medio y generador de la experiencia del espacio a la vez parcial y totalizador.
Esta relación metonímica donde la parte refiere y contiene al todo potencia una interpretación de otras formas de espacio que no necesariamente lleven a la construcción del dodecaedro conocido.
En una primera muestra presentamos la idea en forma de Universos Paralelos, donde las pinturas con bastidor pentagonal armaban sobre la pared un dodecaedro desplegado,
como si el espacio se hubiese abierto para ser percibido de un solo vistazo.
Fue en la segunda muestra donde el fragmento contuvo al fragmento, el dodecaedro se mostró con piezas faltantes o caladas, dando lugar a una exploración de recursos plásticos que complejizó el camino de búsqueda multiplicando sus posibilidades.
En una tercera oportunidad, esta vez con una muestra individual, Miguel Angel presentó Unidad Pentágono en la galería Via Margutta de la Ciudad de Córdoba, con obras que luego la galería llevaría a “arteamericas” en Miami. Allí el pentágono tomó todo el protagonismo e hizo su aparición el collage, técnica que en su larga trayectoria el artista ha utilizado muchas veces y de forma original. En el texto del catálogo yo escribía:
“En la serie de collages las curvas, esta vez también a partir de círculos, se superponen a un riquísimo juego de papeles pintados, recortados y rasgados. El hallazgo de un viejo libro de arte con sus hojas amarillentas proporcionó el papel de base. En muchos casos el color transparente deja ver el texto que late por debajo, en otros es el papel crudo y la línea de lápiz quienes desnudan la imagen al grado máximo de despojamiento.”
Podemos afirmar que allí está el origen de la actual muestra. La serie de collages se ha extendido y ha profundizado el sentido original del proyecto.
Al reconocer que el pentágono contiene al dodecaedro, la multiplicación y superposición de figuras rebate el espacio convencional presentándolo en una dinámica sincrónica. No es preciso ubicarse en distintos puntos de vista para acceder al todo.
La aparición de la línea de dibujo es otro de los elementos que se incorporan y permiten que las figuras se entrelacen o se muestren en transparencia.
Una serie de trabajos de gran formato dan cuenta de este pasaje, comienzan siendo pintura donde cada pentágono contiene color, pero en algún lugar la obra se despoja repentinamente dejando ver el esqueleto del dibujo con una enérgica línea de lápiz.
Este recurso se traslada a los collages generando unos complejos entramados donde la percepción de cada pentágono intercambia protagonismo siendo en parte figura y en parte fondo. El color también reduce al mínimo su presencia con lo que en el conjunto se resalta y valoriza el verdadero protagonista de la obra: el papel impreso.
A partir de aquel primer libro, otros fueron llegando sumando características y cualidades que sólo el paso del tiempo y la contextualización ubican en su sentido justo.
Giovanetti utiliza el papel en sus diferentes calidades de valor y en el monocromo variado con que lo ha encontrado, recorta las tapas de cartón aprovechando la textura y el relieve.
La hoja amarillenta, rasgada, la tipografía diversa y sobre todo la multiplicidad de idiomas ubica a estos materiales en una referencia a la cultura, a la huella de lo humano en la historia. Libros rescatados de un destino de desecho recuperan una importancia a la vez plástica y conceptual.
El universo aludido por el dodecaedro como un macro espacio se hace ahora íntimo a la experiencia humana, al ejercicio del saber y la urgencia de la memoria.
Pero a la vez estas composiciones de papel pegado sugieren sutilmente la finitud, el libro que ya no será leído, siendo así punto de apoyo de una experiencia trascendente. La materia sobre la que el libro transportaba la idea deviene unidad de lenguaje plástico adquiriendo presencia por sí misma, de esa manera permanece en la obra transfigurada superando su propio límite.
De esto resulta una imagen de delicada belleza y calidez que dialoga con la aparente rigidez de la geometría. Se suma a aportar sensibilidad, el tratamiento texturado de los barnices que alude a la bruma con la que experimentamos el recuerdo.
Otro nivel de interpretación nos propondría leer la obra como una reflexión sobre la seriación o reproducción masiva de la cual el libro es un ejemplo con tiradas de cientos o miles de ejemplares. Aquí se transforman en un decir único, cada pieza es irrepetible y ocupa su espacio otorgando al espectador un lugar de activa importancia como lector de los múltiples sentidos a los que la obra se abre.
Lic. Luis Espinosa
enero de 2013
Una metáfora viva
Es fácil advertir que después de las formas ovales, Giovanetti atisbó las posibilidades de ahondar todavía más en la investigación del campo geométrico, y es posible que los tondos de aquella etapa -con los que salía de la tradicional forma ortogonal- influyeran para construir los soportes pentágonos que constituyen la unidad óptica básica de la construcción del dodecaedro.
En este sentido hay que tener en cuenta que, si bien la forma del pentágono aislado podría inscribirse en arte Madí, por la multiplicación de ángulos que propicia aquella tendencia en su cuestionamiento al soporte ortogonal, en el proyecto de Giovanetti, los pentágonos son caras del dodecaedro como figura espacial, presentadas como instalación al desplegarlas en el muro. En los fundamentos de este original proyecto, gravitan antiguas concepciones que nos remiten a Pitágoras y sus nociones sobre los números figurados que, asociados a la mística del maestro de la magna Grecia, son el origen de la geometría y de su metafísica. “Todo está ordenado según el número” afirmaba el maestro, y designaba al universo salido del “caos”, “cosmos” -palabra cuya invención se le atribuye- que significa “mundo ordenado armónicamente” que, de acuerdo a su filosofía, se presentaba con la perfección del dodecaedro, isomorfo a la forma sideral. Sabemos que Platón abrevó en aquellas fuentes pitagóricas, que estarían en la base de su propia filosofía, en la que la geometría ocupa un lugar fundamental.
Y si tenemos en cuenta que se ha dicho que la filosofía occidental son notas al pie de página de las obras de Platón, podemos dimensionar hasta qué punto, aquellas antiguas nociones han atravesado los siglos de la historia del pensamiento occidental influyendo en todos los campos del saber y en la teoría del arte.
La primera parte del proyecto fue la exhibición de los doce pentágonos del dodecaedro como formas ideales, tal como se presentó en abril del 2011 en Galería RO. Otra vez aparecen las curvas coloridas, esta vez cuestionando la perfección del pentágono, que con sus inmutables cinco rectas perimetrales, avivan un diálogo de encuentros y desencuentros con estos dinámicos ornamentos que vienen a conmover a la figura ideal. Pero Giovanetti fue por más. En agosto del mismo año presentó una segunda parte del proyecto en el Centro Cultural Recoleta. Si la primera parte se tituló “Universos Paralelos” esta segunda parte fue “Fragmentar el Universo”.
La muestra, integrada por dos dodecaedros expandidos por el muro, uno concentrado en si mismo, inmóvil, como resistiendo a los movimientos que lo atraviesan, y el otro, como un estallido, se expande por la pared; y como afirmó Giovanetti: “Comienzan a percibirse grietas, roturas, y quiebres”. Además del juego formal que establecen las obras, ¿a qué obedece esta desarticulación de la paradigmática figura del dodecaedro? ¿será la afirmación de que las estructuras estables se han debilitado? Me atrevería a decir que sí, y que el cuestionamiento a la racionalidad geométrica también está en la base de las estructuras lógicas del pensamiento. “Fragmentar el Universo” es una metáfora contundente del mundo en que vivimos.
En él, todo anhelo por alcanzar totalizaciones o por ver cosas “claras y distintas” como pensó Descartes, son constantemente desbaratadas por una realidad que se hace y se deshace entre el caos y el orden.
Raúl Santana
Poeta y crítico de Arte, ex Director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y del Palais de Glace
Septiembre de 2011