Junín 1930
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Lun a Vie 14 a 21 hs. Sáb Dom y fer 10 a 21 hs.
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Muestra colectiva
Del 17 de Diciembre de 2010 al 20 de Febrero de 2011 - Entrada: libre y gratuita
Los artistas que integran esta coincidencia provisoria, lejos de constituirse como grupo de manifiesto, han aceptado encuadrarse al amparo del carácter impuro de la propuesta, entendiendose “impuro” más como un programa que como una cualidad¿En qué residiría esta impureza? Podría pensarse que en esta instancia los cuatro enrarecen deliberadamente los componentes más o menos determinantes de sus poéticas y estilos, para embarcarse en una experiencia de trasmutación que quiere encontrar en el negro y en el blanco excluyentes algo de las etapas de negritud y blancura que atravesaban los alquimistas en pos de la materia perfecta. Recrean y replican las ¨maneras de ser¨ de la abstracción, esa categoría muchas veces omnipresente incluso allí donde se la presume ausente, buscando en la heterogeneidad de los recursos, y afirmados en una especie de iconoclasta incomodidad frente a la inevitable influencia de la tradición geométrica, lo que quizás sea una nueva esencia, otra clase de iluminación – bifronte, entre el abandono hedonista y el recato puritano – en un campo de acción superpoblado. Inventan – hay quien preferiría decir ¨descubren¨ – y despliegan arbitrarios ingresos de otras resonancias, en las que se cuelan el paisajismo, la ornamentación y la gráfica, por citar sólo algunos ejemplos, y tensan elegantemente la cuerda del equilibrio, la distorsión, el contrapunto y la ruptura, con límites y consignas sumamente estrictos, y a la vez muy productivamente laxos. Su método de trabajo se ve rigurosamente marcado por un movimiento de constante desenfoque y de vuelta a enfocar de los elementos semánticos, para que el campo visual sea más bien un teatro de escamoteo y esquive antes que de revelación; no tanto una escena eficaz sino una suma de síntomas. Desde este peculiar punto de inflexión de sus propias trayectorias, y frente a la particular coyuntura actual de festiva hipervisualidad, ofrecen una obra renuente, endógena, que es más bien hipótesis de diversas formas de contagio, vademécum de códigos incógnitos en íntima contaminación, donde toda fijación o perfección última se halla puesta en duda, suspendida en una sanguínea hibridez de laboratorio, con cada pieza nutrida y criada de manera tal de que sólo pueda respirar con aire viciado. //EDUARDO STUPIA LILIANA FLEURQUIN Las maneras de Fleurquin tienen siempre una plasticidad magnética, de atracción no meramente óptica sino táctil: al recorte neto de una superficie se le opone una veladura, una transparencia, un degradée clásico, un recurso de aguada; de repente, las líneas y las pinceladas quedan sueltas, como quebradas o inconclusas, generando una vibración flotante, una provocativa fragilidad o provisoriedad, como si el sistema, así como luce de afirmado, estuviera sometido a los caprichos de un compuesto inestable. Los trazos, por otra parte, son ejecutados con una gestualidad perfectamente ecualizada, armónicamente tributaria de la obsesiva ortogonalidad que podría suponerse como el cánon preferido de la autora. Cuando aborda planteos que respiran en grandes zonas neutras, diríase intocadas, es el blanco en su expansión lo que resignifica la tácita musicalidad del plano. //E.S. ALBERTO MENDEZ Alberto Méndez arma su discurso infográfico colocando al mismo nivel el poder comunicador de la letra y el de una imagen esquematizada (un automóvil o un inodoro, por ejemplo). En sus dibujos absolutamente abstractos también el mundo esta presente. Me animo a afirmar esto porque él en sus otras obras ya nos ha señalado sobre cual es su punto de partida creativo: lo real. El grado de abstracción depende de su voluntad para presentarnos su cosmovisión. Sus obras, constructivas a su manera, son de una lógica deductiva rigurosa, como si fuesen silogismos (“dado esto, deduzco que debo hacer esto otro”). Sin embargo, el origen de ellas tiene más que ver con el automatismo. Entre un letrismo-infográfico y un paradojal automatismo silogístico, Méndez con todo vigor nos enfrenta con su obra. //LUIS FELIPE NOE ELENA NIEVES En las frondosas escenas de Elena Nieves , el paisaje llega en la escritura de un follaje gráfico que evoca cierta epifanía luminosa; algo enceguecedor, que viene de una naturaleza estrictamente visual, en un perpetuo mediodía candente, está a punto de hacer que todo este mundo se disuelva en luz de lienzo o de papel, en la imponente presencia de lo no-dibujado, mientras las heroicas líneas pelean por hacerlo todavía visible. A la vez, allí mismo, sobrevolando esta constelación despareja, inesperados recortes, de contorno deliberadamente subrayado, engañosamente armónicos, vuelven a abonar, en un inestable contraste de proporciones, la paradoja de ausencia y sentido. Son como ampliaciones de detalles de la escena total, que parecen poner en foco la volatilidad de las formas que se escapan entre las formas. //E.S. JORGE SARSALE Simbolismo y Minimalismo son las antípodas en la continuidad de la obra de Sarsale y en esa tensión reside la riqueza de la obra. El ritmo de los fonemas repetidos refleja el de la alternancia óptica de los colores y las formas de la combinatoria visual. Los elementos verbales y visuales se transforman en una transcripción experimental, y sus ritmos, como los de una partitura musical para un instrumento interpretativo: el de nuestra imaginación. Mientras seguimos mirando, dejando que nuestra mente procese libremente la información recibida, podemos percibir secuencias melódicas y armonías de color en nuestras mentes sinestésicas a medida que participamos más y más activamente en el diálogo. Nuestra experiencia alcanza niveles profundos en los que pensamiento y emoción penetran el umbral de la conciencia con pulsión elemental. //KARL.F. VOLMAR Texto de Eduardo Stupia / Los artistas que integran esta coincidencia provisoria, lejos de constituirse como grupo de manifiesto, han aceptado encuadrarse al amparo del carácter impuro de la propuesta, entendiéndose “impuro” más como un programa que como una cualidad. ¿En qué residiría esta impureza? Podría pensarse que en esta instancia los cuatro enrarecen deliberadamente los componentes más o menos determinantes de sus poéticas y estilos, para embarcarse en una experiencia de transmutación que quiere encontrar en el negro y en el blanco excluyentes algo de las etapas de negritud y blancura que atravesaban los alquimistas en pos de la materia perfecta. Recrean y replican las ¨maneras de ser¨ de la abstracción, esa categoría muchas veces omnipresente incluso allí donde se la presume ausente, buscando en la heterogeneidad de los recursos, y afirmados en una especie de iconoclasta incomodidad frente a la inevitable influencia de la tradición geométrica, lo que quizás sea una nueva esencia, otra clase de iluminación –bifronte, entre el abandono hedonista y el recato puritano– en un campo de acción superpoblado. Inventan –hay quien preferiría decir ¨descubren¨– y despliegan arbitrarios ingresos de otras resonancias, en las que se cuelan el paisajismo, la ornamentación y la gráfica, por citar sólo algunos ejemplos, y tensan elegantemente la cuerda del equilibrio, la distorsión, el contrapunto y la ruptura, con límites y consignas sumamente estrictos, y a la vez muy productivamente laxos. Su método de trabajo se ve rigurosamente marcado por un movimiento de constante desenfoque y de vuelta a enfocar de los elementos semánticos, para que el campo visual sea más bien un teatro de escamoteo y esquive antes que de revelación; no tanto una escena eficaz sino una suma de síntomas. Desde este peculiar punto de inflexión de sus propias trayectorias, y frente a la particular coyuntura actual de festiva hipervisualidad, ofrecen una obra renuente, endógena, que es más bien hipótesis de diversas formas de contagio, vademécum de códigos incógnitos en íntima contaminación, donde toda fijación o perfección última se halla puesta en duda, suspendida en una sanguínea hibridez de laboratorio, con cada pieza nutrida y criada de manera tal de que sólo pueda respirar con aire viciado.